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La Fontana de Xodar o Amor de Oriente. Una historia de amor en el Jódar del siglo XV.
La Fontana de Xodar o Amor de Oriente. Una historia de amor en el Jódar del siglo XV. - .

La Fontana de Xodar o Amor de Oriente.

 

Es uno de los hechos históricos más hermosos de nuestra provincia, convertido en leyenda de amor junto a la Fuente del Pilón. En la Revista Don Lope de Sosa de 1928 y en las páginas 116 a 118, hay un interesante trabajo titulado “De una leyenda de amor del siglo XV. La Fontana de Xodar”, este trabajo está firmado por D. Pablo Guillén y Guillén el 16 de marzo de 1928. Apunta que la citada historia se conserva en la Real Biblioteca del Escorial, aportando el bello romance que en Sevilla le escribió Micer Francisco Imperial, recogido en las trovas de Alonso Álvarez de Villasandino que se encuentran, también, en El Escorial. El citado romance dice lo siguiente:

 Gran sosiego y mansedumbre

fermosura e dulce ayre

onestidad e sin costumbre

de apostura e malvexaire

de las partidas del Cayre,

vi traer al Rey de España

con altura muy extraña

delicada e buen donayre.

Ora sea Tarta o Griega

en cuanto la pude ver

su disposición non niega

grandioso nombre ser.

Que debe sin duda ser

mujer de alta nación

puesta en gran tribulación

depuesta en gran poder.

 

Parecía su semblante

decir ¡Ay de mi! Cautiva

conviene de aquí avante

que en servidumbre viva

¡O ventura muy esquiva!

¡Ay de mi porque nací!

Dime que te merecí

porque me faces que viva!

Grecia mía Cardiamo

¡O mi sengil Angelina!

dulce tierra que tanto amo

do nace la tal rrapina

¿Quién me partió tan ayna

de ti el tu señorío

e me trajo al grande río

do el sol nace e do se empina?

 

La citada historia se enmarca en el reinado de Enrique III, y tiene como eje una embajada enviada por éste ante el Gran Tamerlán, Señor de Escitia, con el fin de que no le estorbase en sus conquistas a los árabes peninsulares; como embajador envía a Payo Gómez de Sotomayor, Mariscal de Castilla, miembro de la Orden de la Banda, Señor de Santo Tomé y otras villas, junto a Fernán Sánchez de Pazuelo, en la Anatolia es recibido por el Gran Tamerlán, que acaba de vencer  al Sultán Bayaceto.

Esta historia, también publicada en el “Jaén Legendario y tradicional” del Dr. Mozas Mesa, es sin lugar a dudas una de las más bellas leyendas de amor de la literatura de finales del siglo XIV, ya que, según nos cuenta el Cronista Don Luis Blanco, la villa de Xodar fue vendida por Luis Méndez de Sotomayor al Condestable Dávalos en 1371, aunque hay otros historiadores que se inclinan por una fecha posterior, lo cierto es que, según cita Argote de Molina en su obra “Nobleza de Andalucía” en la página 502, en 1395 ya había muerto Don Luis Méndez, con lo que la visita de la embajada se debió de realizar en torno a 1370. Para el profesor Quesada Quesada estas fechas son muy tempranas, ya que en torno a 1371 el Condestable tenía sólo catorce años, por lo que sitúa la fecha de venta a comienzos del siglo XV, en torno a 1406, en que está documentado, el regreso de la Embajada, origen de esta leyenda en esa fecha, según consta en la obra de Argote de Molina, discurso introductorio a la edición de 1582 de la obra de Ruy González Clavijo, Relación de la embajada de Enrique III al Gran Tamerlán. La venta de la villa se puede situar entonces en 1406, ya que en 1407 los Aranda fueron expulsados de Úbeda por los Trapera, de los que no era partidario el Condestable. Por otra parte el profesor Márquez de Castro la sitúa en 1393. Lo cierto es que se debió de realizar a finales del siglo XIV.

Recogemos la versión de la leyenda que en la Revista “Galduria” de Jódar, publicó el Cronista Narciso Mesa Fernández, y que tituló con el sugestivo nombre de “Amor de Oriente”, decir que hasta hace unos años hubo cierta confusión sobre la fuente de la leyenda, situándola en el artístico Pilar que había en la Plaza del Ayuntamiento, investigaciones posteriores documentan la construcción de este pilar en 1777, la fuente principal de la Villa se encontraba, junto a la Iglesia de Santa María y era conocida como la “Fuente del Lugar”, después del Pilón.

La Leyenda dice así:

“Con el canciller D. Pedro López de Ayala, cesa la crónica y comienza la historia con el mismo carácter de reflexión humana y social que mucho después habían de imprimir en ella los grandes narradores del Renacimiento.

Con su obra histórica, que abarca varios reinados hasta el de Enrique  III y en las generaciones y semblanzas de su sobrino Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, ambas contemporáneas de gran parte de los sucesos que describir, con arreglo a la doble ley que obliga al historiador a no decir falsedad ni ocultar la verdad presentan al primer príncipe de Asturias, desde 1390 Enrique III de Castilla, de débil contextura, lo que le vale el nombre de El Doliente, aunque de ánimo entero y bien probada energía. Entre las empresas que acometió, descuella el establecimiento de relaciones diplomáticas con el famoso soberano tártaro Tamerlán, rey de Persia y emperador del Mogol y con el sultán Bayaceto, El Rayo. Fueron varias las embajadas que se cruzaron. De la segunda castellana se conserva curiosa descripción en la Historia del Gran Tamerlán, escrita por uno de los embajadores, Rui González de Clavijo. Cuenta las fiestas con que los agasajaron y las peculiares costumbres que tenían. Acostumbraban a beber en abundancia vino y “dan de beber tantas veces y tan a menudo que facen a los omes beodos”, pues el embriagarse lo “han ellos por nobleza ca entenderían que no sería placer ni regocijo donde no oviese omes beodos”. Cita la curiosidad que el anillo de Tamerlan mudaba de color al decir en su presencia una mentira. Pues bien, a ese lejano país, donde imperaba el célebre jefe tártaro, fue enviada por el rey Doliente, la primera embajada castellana, que la formaron Payo Gómez de Sotomayor y Hernán Sánchez de Pazuelos. Encontraron al caudillo en la Anatolia donde acababa de vencer a los turcos y se mostró complacido al recibir a los enviados de aquel soberano de Occidente, celebrando fiestas en su honor. Correspondiendo a la gentileza de Enrique III, comisionó a varios de sus cortesanos, para que visitasen al rey de Castilla, ofreciéndole en testimonio de amistad, ricos productos orientales.

Gómez de Sotomayor pidió al emperador del Mogol, que se uniesen a la embajada dos bellas esclavas que aquél tenía en su poder, accediendo Tamerlan a ponerlas bajo la tutela del rey castellano. Tras de corteses ofrecimientos y suntuosa despedida, emprendieron el regreso los embajadores españoles y los orientales, acompañados de las dos cautivas. Resultaron ser estas dos princesas, sobrinas de Segismundo, monarca de Austria, Hungría y Bohemia, que al acompañar a su tío en la brillante expedición de auxilio a Bizancio, y al ser derrotado por las fuerzas de Bayaceto, cerca de Niccopolis, cayeron prisioneras de este, que las trató con respeto. Pero vencido el sultán turco por las hordas tártaras, cambiaron de dueño, pasando a formar parte de la servidumbre de Tamerlan y habiendo recuperado al fin la suspirada libertad, gracias al embajador Sotomayor. Se llamaban Angelina y María de Grecia y se distinguían por su gran hermosura y excelentes prendas morales. Después de la penosa travesía por todo el Mediterráneo, desembarcaron en Sevilla, siendo objeto de una calurosa bienvenida, celebrándose la belleza de las infantas y los vistosos trajes enviados por Tamerlan.

Desde allí se trasladaron a Madrid y en varias jornadas llegaron a Jódar, villa que poseía Luis Méndez de Sotomayor, emparentado con uno de los embajadores, siendo agasajados con muchas fiestas en su honor, músicas, luminarias y bailes. Y es aquí, en Jódar, donde florece un amor, que prendió en Oriente. El noble Payo Gómez de Sotomayor desde el primer momento que contempló a la excautiva Dª María de Grecia quedó esclavo de sus encantos. Durante la larga navegación por las azules aguas del Mediterráneo, el embajador fue descubriendo nuevas perfecciones en la Infanta, pero por respeto y por la diferencia de edad no se atrevía a exteriorizar su íntimo sentir. Pero surgió en Jódar el obstáculo de mas consideración, un rival. Era un apuesto joven, del noble linaje de los Mendozas, cuya casa solariega se alzaba en Bedmar y que atraído a la vecina villa de Jódar por el acontecimiento de la 1legada de las princesitas, presto se había enamorado de Dª María, por lo cual tomó parte en las concurridas justas con que fueron obsequiadas, resultando vencedor. El embajador D. Payo, que por estos motivos no hallaba sosiego, no queriendo que se le anticipase prescindió de su calidad de fiel guardador de las dos bellas hermanas, de su viudez, de sus cuatro hijos y de que ya marchaba hacia el ocaso de su humana peregrinación, Doña María no había llegado a los quince años, mientras que él frisaba en los cincuenta.  Resolvióse a manifestar su pasión oculta, el otoño se aproximaría a la primavera de la vida. Y en una noche serena, alumbrado por la plenitud de la luna, junto a la Fuente Principal de Jódar, que derramaba en acariciador murmullo, sus cristalinas aguas, Sotomayor, hondamente conmovido, expuso a Dª María el dulce sentimiento que le embargaba, siendo grande su gozo al ver en la Infanta la anhelada correspondencia, le debía ser libre y posiblemente le sería también deudora de su felicidad. El amor, que arraigó en Oriente, brotaba vigoroso en este rincón andaluz. Los vecinos de Xodar, como recuerdo inmarcesible de este cariño, que creció lozano en el siglo XV, lo rememoran con este cantar:

“En la fontana de Xodar

vi la niña de ojos bellos

e finque ferido de ellos

sin tener de vida una hora”.

 

Pronto la comitiva levantó sus reales de la villa de Xodar, siguiendo por Úbeda y Baeza a coger el camino real de la Corte, por donde pasaron a Alcalá de Henares, donde fue recibida por el Rey que admiró los presentes y se condolió de la desgracia de las dos Princesas, tomándolas bajo su real protección y ofreciéndole su apoyo, proponiéndose darlas a un rico y noble caballero por marido, pero quiso la suerte, que el despechado Caballero de Bedmar, que al notar la precipitada marcha de la comitiva, siguió sus pasos hasta la Corte, enterose el Rey de los amores de Doña María con Don Payo, al que causaron tal enojo, por considerarlo un grave desacato a su persona, por venir las damas encomendadas a su regia protección, que decretó la prisión del enamorado Embajador, el que, enterado confidencialmente por la misma Princesa de lo que contra el mismo se tramaba, huyó a Galicia, y, como la persecución arreciase, no encontrándose seguro en aquella región, pasó a Francia, hasta que los ruegos y lágrimas de la Princesa abandonada, ablandaron por fin al monarca, que otorgó su perdón, concediéndole la mano de doña María, a la que tenía sobrados derechos, pues erale deudora de la libertad y acaso de la vida.

Su hermana Doña Angelina casó en Segovia con el Regidor de la Ciudad Don Diego Contreras. De esta forma llegaron a nuestra Patria estas ilustres cautivas, para cuyos infortunios, dice el Licenciado Colmenares, la fortuna hizo teatro la mayor parte del mundo, pues habiéndolas sacado cautivas en tierna edad de Hungría, su Patria, las llevó entre prisiones y horrores militares al Asia y de allí, las volvió con fatigadas peregrinaciones a los últimos términos de Europa. ¡Oh, mortales, cual incierto es el sepulcro, aún de los Reyes!”.