LA POESÍA DE MANUEL RUIZ AMEZCUA Y SU LIBRO “CONTRA VOSOTROS” EN EL CIRCULO DE BELLAS ARTES, EL 4 DE MARZO DE 2005
Pedro Martínez Montávez
Universidad Autónoma de Madrid
Vamos a presentar el libro de poemas Contra Vosotros, de Manuel Ruiz Amezcua, como saben, y, aparte de agradecerles su presencia y su compañía, yo voy a hablar, básicamente, como lector del libro. Yo no puedo hablar como creador, como es el caso de Fanny y de Manolo, ni puedo hablar tampoco como crítico literario, aunque de alguna manera me haya dedicado a la literatura, sobre todo a través de la traducción. Y voy a hablar desde mi experiencia de lector de toda la poesía de Manuel Ruiz Amescua, no sólo de este libro, Contra Vosotros.
La primera sensación que tuve, cuando leí lo primero que me dejó Manolo, fue que había descubierto a un poeta. Y digo descubierto en los diversos sentidos de la palabra. Básicamente porque se descubre aquello que es poco conocido o que es desconocido o que está impedido que tenga el reconocimiento que merece. Manolo es un hombre que se ha movido siempre fuera de los círculos literarios y sociales. Yo creo que ése es uno de sus grandes méritos, y la verdad es que yo congenio bastante con él, porque tampoco me apetece estar en esos círculos. Por tanto, era descubrirle en todos los sentidos de la palabra: porque tampoco era un poeta que contara con eso que se llama promoción, porque no era un poeta que contara con eso que se llama amigos en el círculo literario; y en ese sentido era un poeta desconocido también. Cuando empecé a leer su obra, vi que descubría a un poeta como el libanés Muhammad Ali Xamseddín o el iraquí Saadi Yúsuf, poetas prácticamente desconocidos, y entonces su nombres no aparecían o aparecían muy poco, y eso ocurría con Manolo también.
Descubrir a un poeta, desde mi punto de vista, es una de las experiencias más extraordinarias que puede haber, sin duda alguna. Una de las experiencias más extraordinaria entre otras razones porque los poetas te descubren muchos de los aspectos inéditos de la vida, de la existencia. No es que uno tenga la pretensión (porque sería una estupidez) decir: bueno, es que la vida ya la conozco, conozco lo suficiente de ella como para pensar que la conozco plenamente, que la poseo, que me puedo mover por la existencia. No es eso, pero si tienes, en ocasiones, la pretensión de que es así, o al menos te lo crees, y no es eso y ahí están los poetas para descubrirte facetas absolutamente desconocidas de la existencia para hacerte ver lo que está más allá de la simple visión, para penetrar en los objetivos, para penetrar en los seres. Y, además, Manolo, como esos grandes poetas que tienen esas grandes virtudes, lo puede decir en muy pocas palabras. Para mí, personalmente, una de las grandes ventajas que tiene la poesía es ésa: un poeta no necesita escribir 25 páginas, en dos o tres líneas te lo dice, y no solamente te descubre eso, sino que además de eso, tú puedes empezar a imaginar otras cosas. Y yo, en los libros de Manolo, y en este libro concretamente Contra vosotros, he descubierto a un poeta.
Yo me voy a permitir, aunque sea brevemente, identificar un poco, no definir, sino caracterizar un poco la poesía de Manolo. Y quizás lo primero, una de las primeras cosas que diría de ella, es que es una poesía necesaria, absolutamente necesaria. Es una poesía necesaria porque nos sirve para ir combatiendo la permanente degradación ética de la existencia, la degradación ética de nosotros mismos. Es una poesía necesaria porque nos sacude y nos lleva de pronto, otra vez, a encontrar los principios fundacionales de la existencia, de la convivencia, de la solidaridad, de cosas que están tan aparentemente extendidas ahora, cosas de las que hablamos tanto que, en última instancia, están desgastadas. Yo creo que el mundo contemporáneo es un mundo lleno de paradojas y de contradicciones, probablemente como todos los mundos lo ha sido siempre, pero el contemporáneo es el tuyo, es el que vives y es el que puedes penetrar mejor y, con esas contradicciones, seguramente alardea de aquello de lo que seguramente más carece Nos llenamos la boca hablando de cosas como solidaridad, comprensión mutua, respeto, y luego lo que encontramos, básicamente, en los hechos de la vida diaria, desde el nivel más bajo al más alto, es justamente lo contrario, lo contrario de la comunicación, por ejemplo. Sorprende observar como en un mundo que tiene más capacidad de comunicación que nunca, la comunicación es cada vez peor y de lo que más nos quejamos es de la falta de comunicación. En ese sentido, digo que la poesía de Manolo es absolutamente necesaria, porque instala, te reinstala en lo esencial de las cosas, en lo esencial de la aventura de vivir, en la dificultad de la existencia. Es una poesía, ya lo verán Vds. cuando lo lean, absolutamente sincera, y esa sinceridad está plenamente asumida por el autor.
El mismo título de Contra vosotros no es un brindis al sol, ni es una concesión a una expresión más o menos convencional. Se titula Contra Vosotros, porque Manolo está con un “nosotros” que es justamente lo contrario de ese “vosotros”: es que está “contra vosotros” porque se siente parte de un “nosotros” que arroja a la cara a esos vosotros sus maneras, sus procedimientos, sus maneras de vivir, sus maneras de actuar. Se llama Contra vosotros, porque él forma parte del “nosotros”, está clarísimo. Y verán Vds. como la mayor parte de los poemas lo dicen claramente. Es un libro que está perfectamente titulado, y se caracteriza por su sinceridad, por su credibilidad, por su veracidad; no es una poesía de engaños, no es una poesía de mentiras, no es una poesía que se refugie (refugio poético extraordinariamente bello, por otra parte) en la fronda de los simbólico, sino que discurre por la desnudez de lo léxico. O sea, que las palabras están desnudas. Con esto no quiero decir que no hay símbolos o simbología en su poesía, lo que sí quiero decir es que no discurre, no se esconde en la fronda de lo simbólico, que va desnuda por la calle, como dijo alguien hace tiempo mejor que yo. Es una poesía dura, muy dura. En ese sentido, es una poesía que no se puede leer en todos los momentos, quizás es una poesía que necesita un tiempo determinado para leerla y desde luego, seguramente a solar o en compañía de alguien muy próximo. Cuando digo acompañado lo digo en el sentido de la convivencia, de la afinidad, de los sentimientos. Es una poesía muy dura y es una poesía molesta, sin duda. Es un poesía molesta, porque provoca. Es molesto cuando se dice a alguien: “No te creemos, no os creemos, sencillamente porque lo que hacéis es absolutamente la negación de lo que decís. Hay un abismo entre la forma en que os comportáis y la forma en que os manifestáis”. Cuando se dice eso con esa claridad y se dice sencillamente: “Estáis engañando”. Entonces, esa poesía es molesta. Es una poesía molesta que además corre el peligro de que se den por aludidos muchos a quienes no va dedicada, porque en el fondo todos tenemos la mosca tras de la oreja y pensamos que en la mayor parte de las ocasiones no nos comportamos como los seres humanos que somos. Entonces, a Manolo, le pueden crecer los enemigos en demasía, porque, a lo mejor, se sienten en ese “vosotros”, se siente incluidos muchos a los que, seguramente, no corresponde quedar incluidos en el “vosotros”. Y, en ese sentido, es una poesía dura, y es una poesía dura también para el autor, durísima, porque es una poesía de renuncias, es una poesía de estar siempre ante el peligro y sólo ante el peligro. Yo diría, en ese sentido, y perdonen Vds. la alusión que puede resultar impertinente e impropia para algunos, es una poesía muy taurina, es sacarse el toro a los medios y quedarse solo con él. No torear al amparo de las tablas, sino sacarlo a los medios, y ahí, pues, estar al albur de la suerte o de la muerte. En ese sentido, es muy dura también para Manolo. Dejo aparte lo del enorme mérito que tiene. Es una poesía solidaria, enormemente solidaria, sin duda alguna. Enormemente solidaria con aquellas personas y aquellos seres que necesitan más la solidaridad, es decir con los oprimidos, con los engañados, con los engañados una y otra vez, con los constantemente engañados, con los que sufren, con los que no tienen más que le tiempo doloroso en el que viven, con los que se cansan de confiar en el futuro, porque ya están hartos de confiar en el futuro. Con todos éstos es una poesía enormemente solidaria.
Y miren Vds., quiero decir una cosa: es una poesía bien hecha. Esto puede parecer sorprendente, sobre todo en estos poetas que pasan o que pueden ser etiquetados de realista. Habitualmente, cuando a un poeta se le etiqueta de realista o de social, inmediatamente se entiende que es un poeta que no sabe hacer un poema, que es un poeta desaliñado, que no cuida la expresión, que se preocupa por el fondo, pero no por la forma, por el contenido, pero no por el continente, aplicando terminología tradicional en crítica literaria. Y uno se encuentra aquí justamente lo contrario, se encuentra que es una poesía, como digo, bien hecha. Bien hecha, porque es una poesía enormemente respetuosa con el lenguaje. Utiliza el término que tiene que utilizar, y lo utiliza cuando lo tiene que utilizar. Un poeta que no sepa cuidar, mimar, respetar y enaltecer la palabra no es un poeta. Puede ser otra cosa: puede ser un escritor en otros géneros y otros estilos, pero desde luego no puede ser un poeta. Y Manolo sabe lo que hace con la palabra, lo sabe perfectamente. Los poemas están construidos. Desde mi punto de vista, tienen la extensión que deben tener, están dentro de sus límites naturales, dentro de los límites que les corresponden. En ocasiones, quizá, el ritmo se quiebra o al lector le parece que se quiebra o se desarticula, pero no: el ritmo está ahí. En ocasiones, el poeta parece que ha renunciado a esos elementos formales, al ritmo, a la rima, pero aparecen, aunque sea de una manera tibia, aunque sea de una manera poco impactante. Hay un resto de rima en los poemas, una rima muy suelta, una rima muy fluida, que a mí me ha interesado especialmente, porque el tipo de poesía que más he traducido ha sido el de la poesía árabe informal contemporánea, es decir aquella poesía que ha renunciado a los dos grandes conductos de la poesía árabe clásica, que han sido el ritmo y la rima férreamente sostenidos.
Manolo es un poeta realista y social que sabe hacer un poema, que conoce perfectamente los materiales con los que hace ese poema y los utiliza, y lo hace con una valentía extraordinaria. No he dicho, desde el principio, que una de sus principales características es la de ser una poesía valiente, porque eso queda tan meridiano y tan claro que decirlo no tiene ningún interés, no abre ninguna ventana explicativa, no abre ningún ajimez. En fin, es una poesía, como digo, valiente. Y esto es lo que a mí mi experiencia de lector de la poesía de Manolo me ha producido fundamentalmente, y me ha proporcionado un gozo inexplicable, porque vuelvo a lo que dije en un principio: descubrir a un poeta es uno de los mayores gozos que puede uno tener a lo largo de la vida, una de las mayores satisfacciones que uno puede encontrar. Y yo con la poesía de Manolo la he encontrado.
Queda, luego, lo que importa también, lo más íntimo, lo más afectivo. Manolo y yo hemos nacido en el mismo pueblo, yo mucho antes que él; Fanny no nació en el mismo, pero casi, casi; ella nació en un pueblo todavía más importante que el nuestro, lo reconocemos paladinamente: ella es de Linares. Manolo y yo somos de un pueblo que lleva ese tremendo nombre de Jódar, y siempre que dices “he nacido en Jódar”, siempre te preguntan: ¿y cómo se llaman los de Jódar? Tenemos múltiples nombres. Yo, últimamente, digo que soy jodarí, y así la cosa queda más extraña. Pues somos jodaríes del siglo XX: el ser del mismo pueblo establece unos vínculos, una relación diferente, más afectiva, más cálida, pues te lleva a compartir cosas que son comunes, como un escenario, un pueblo, unas gentes, quizás el descubrimiento de una pobreza mayor, de una orfandad mayor, en ciertos aspectos: lo que podríamos llamar, sin pretensión de ningún tipo, xml:namespace prefix = st1 ns = "urn:schemas-microsoft-com:office:smarttags" />la Andalucía profunda, esa Andalucía que se está transformando mucho con el tiempo, que ya tiene que ver poco, seguramente, con la que yo conocí y él ha conocido, pero menos. Ese descubrimiento de la Andalucía profunda, de la Andalucía telúrica, de cosas como el cante jondo, de las que participas y forman parte de tu cultura, sin duda, también aproximan. La poesía de Manolo tiene no poco de cante jondo, y yo pienso que con facilidad, con relativa facilidad esta poesía se puede entonar por tientos, por seguiriyas; seguramente no podrá ser nunca cantada por cantes festeros: eso nunca. Pero sí le va el cante puro, el cante estricto: seguiriyas, tonás, deblas, serranas,...
Cuando he leído la poesía de Manolo Ruiz Amezcua, he tenido toda esa experiencia de la que les vengo hablando. Les garantizo a Vdes. que si lo leen, y deben leerlo, va a encontrar eso: un verdadero poeta. Nada más y nada menos. Gracias.
EPÍLOGO A LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO CONTRA VOSOTROS. DIÁLOGO CON EL AUTOR.
Fanny Rubio
Universidad Complutense de Madrid
Después de la lectura, el libro se presenta él solo, y tiene su epílogo que es la recepción de Vdes., pero a mi me gustaría que Manuel me respondiera a alguna pregunta o que conversáramos a manera de coloquio. Cuando el libro se cierra empezamos a pensar, después de haberlo oído, una serie de cosas que están flotando. Por ejemplo, se ve (como Vdes. han podido perfectamente oír) el libro es un libro maduro, muy hecho, no es un libro nada espontáneo. El tono oral, la oralidad que el libro tiene, el tono conversacional es muy difícil de conseguir: en España, en la poesía española lo consigue Blas de Otero, lo consigue también Ángel González, pero es diferente. El escribir la lengua hablada es una operación muy difícil y muy compleja para un poeta, y en el caso de Manuel se ve perfectamente que el libro está muy trabajado y está muy conseguido, no es fácil escribir un libro donde lo hablado se consiga de esta manera tan bien afirmada. He citado a Blas de Otero y, realmente, yo creo que hay en la literatura española un vacío, faltan esos poetas que en América se tiene; incluso en un poeta tan culto como Octavio Paz ese tono oral, esa imprecación se consigue. Incluso cuando escuchamos a un novelista como Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa la imprecación, la oralidad, se consigue en una puesta en escena pública; sin embargo, en España, hemos perdido esa faceta que tenía Blas de Otero. En este libro tuyo, Contra vosotros, hay un guiño a Blas de Otero: nos queda la mentira, dices tú; nos queda la palabra, dice Otero. Podríamos empezar por ahí. Tienes en común con Blas de Otero, también, el ir contracorriente y, al igual que él, también, quieres hacer de la poesía un fenómeno de comunicación. Blas de Otero decía en la Antología Consultada que hay que escribir a favor del viento, pero contracorriente; y tú has hecho eso siempre. Como Blas de Otero, tú también tienes delante un infierno. En Montesinos; he recordado lo del descenso a los infiernos, más que al infierno, cuando leías cosas que tiene mucho en común con escritos de Walter Benjamín, cuando hablaba de hacia dónde estabas yendo: él tenía unas alertas que anticipan el futuro; tú también tienes unas alertas interesantes en este libro. Podíamos empezar el diálogo por ahí: la poesía como comunicación, el ir contracorriente, tu forma de contar lo que tiene que ver con los infiernos... Todo esto cómo lo ves tú, cómo lo vives.
Manuel Ruiz Amezcua (M.R.A.): Yo creo que este libro ha nacido de una doble necesidad. Decía Rilke que la poesía, para él, era una necesidad. Yo no creo en lo que dicen los poetas oficiales de hoy: eso de que el poema es la construcción de una mentira: estoy harto de oírselo decir a su pope máximo. Para mi, la mentira está en lo que ellos sostiene. El poema puede ser la construcción de muchísimas cosas, pero no de una mentira. Por otra parte, este libro nace como una necesidad en la evolución de mi poesía. No me gusta repetirme, me gusta pasar de una cosa a otra, la vida es movimiento, no quietud, y yo he sentido la necesidad de escribir este libro porque no lo encuentro en los poetas que dicen encarnar el Parnaso oficial de la España actual. Además, me molesta que se erijan en “representantes” de los desfavorecidos, que quieran ser la conciencia de la izquierda, cuando, en realidad, son niñitos de papá reciclados en falsos izquierdas con vidas paralelas a las de la derechona. Para mi, son unos impostores. Había que hablar de “los de abajo”, desde otro sitio, desde la calle, des un lugar distinto al de la burguesía, del que vienen ellos. Porque el sitio desde donde se habla es muy importante en literatura, y yo no vengo de la burguesía, lo cual no quiere decir que no acepta las grandes cosas de la burguesía, pero el sitio desde donde se habla en este libro no es el de la burguesía. Ellos se han apropiado de un discurso que no les pertenece. Son unos impostores. Por eso he escrito este libro: para decir una serie de cosas que pensamos muchos que vamos por la calles y que estos señores de la dichosa “experiencia” no las escriben, no son capaces de escribirlas.
Fanny Rubio: Vuelvo otra vez al asunto del poeta-profesor, aquel que hace dos trabajos por el sueldo de uno. Cuando escribe aparece el profesor y cuando explica aparece el creador: el verse en varios espejos a la vez es muy bueno. En el libro hay un elemento de transmisión vertical, la verticalidad está ahí, de Machado a Otero, tú utilizas el Machado más duro. Cuando tú criticas el estado de la poesía, tú lo que manifiestas es un punto de vista, un punto de opinión, tu libros es un libro muy ilustrado, y el yo que existe en el poema no tiene que corresponder siempre con el yo biográfico; el yo que está en el poema, el yo del texto es un yo todavía más verdadero que tu yo biográfico, no es mentira, es un yo verdadero, pero literario.
M.R.A.: Pero tampoco es un disfraz como el que usa la poesía que más de moda está hoy.
Fanny Rubio: Ese yo es un yo meditativo, es un yo que conecta con el yo cernudiano, es un yo que toca, como en el caso de Cernuda, la herida. Cuando tú hablas de la condición de vencido, tú estableces un abanico en el sentido del vencido: no estamos hablando sólo de la guerra civil o pensando en el exilio; estamos pensando también en otro tipo de vencido. Cuéntanos tú cómo ves este asunto.
M.R.A.: El término está usado en un sentido amplio: vencidos podemos ser todos los seres humanos en un momento determinado de nuestra vida. Pero, esa palabra es tan rica y tan amplia que puede utilizarse en distintos contextos, y no se elimina ninguno. El problema está en que los que van de vencidos, o de representantes de los vencidos, están, han estado siempre en otro sitio distinto al de los vencidos, y suelen ser unos impostores. Yo he escrito este libro, también, como un desafío a esa poesía española de los último veinte años que va de representante de los vencidos, desde la ideología, y está instalada en el poder, en todos los poderes, en el nacional, en el autonómico y en el local. Ya dijo Octavio Paz que la ideología, en Arte y en literatura, es una de las formas más superficiales de la conciencia, y eso se nota. La tradición de poesía social, cívica, ciudadana o como quiera llamársele, en la que se inscribe este libro mío, no es la de Jaime Gil de Biedma, sino la de Antonio Machado, la de Federico García Lorca, la de Miguel Hernández o la de Blas de Otero, por poner algunos ejemplos cercanos; también los hay más lejanos: en la Edad Media, por ejemplo. La tradición española es muy amplia y muy variada, y la de la poesía social también. Gil de Biedma era un señorito con mala conciencia que jugaba al juego de hacer versos, y a mi eso no me interesa, ni poco, ni mucho: es que no me interesa. A Federico lo mataron por escribir lo que escribió, que era todo menos un juego. Y si algo tiene de juego, es un juego en el que se jugó la vida. Como Miguel Hernández, como Antonio Machado y como tantísimos. Mi memoria social es otra, mi tradición es otra. Yo no vengo de la burguesía. Mis raíces son otras. Quiero nombrar las cosas de otra manera, de acuerdo con mi experiencia que no es la de ellos.
Fanny Rubio: Manuel, en el verso, en la condición de vencido, tú recuerdas una cita de María Zambarano que dice que lo normal en todas las guerras es que el vencido, cuando pasa cierto tiempo, tiene que entregar su discurso, y los vencedores se han apropiado del discurso del vencido; simplemente, lo único que hace es borrar los nombres. Yo creo que en el discurso de la poesía española de posguerra, y en otros, se han borrado los nombres de los que realmente abrieron camino y se han apropiado otros de ese discurso. Lo que ocurre luego es que la palabra se va defendiendo, y al final las cosas llegan a su punto. Y tú, aunque has sido un marginado, y en eso eres muy vanguardista, Manuel, que has vivido en una situación de extraterritorial, y esto también ha tenido su ventaja. Acuérdate de lo que decía Valente acerca de lo extraterritorial como buena condición para el poeta. Te has perdido ese desgaste que tiene el ejercicio social de la poesía.
Siempre ha habido poderes poéticos. Pero no olvidemos que la poesía es un oficio de minorías, que cada vez hay menos espacio para la poesía en las librerías; si váis a la Fnac veréis que son 20 cm los que ocupa la poesía española. Todavía no se ha degradado la poesía española como ha ocurrido con la novela, que ha llegado a sus niveles más bajos. Con el ensayo está ocurriendo otro tanto al entrar en los mercados. En la poesía, afortunadamente, está al máximo de potencia de un idioma y, bueno, eso es lo que te corresponde, Manuel. Yo creo que estamos ahí.
M.R.A.: El otro día, Fanny, te leí por teléfono una carta de José Saramago en la que me decía que “una novela no levanta el mundo, pero la poesía sí puede ser una palanca que levante el mundo”.
Fanny Rubio: Exacto. Y hay una cosa que yo he pensado mientras tú leías esa especie de alegato quevedesco, quevediano, cioranesco y un poco celinesco: es verdad que tu punto de vista está en un lugar en el que tú estás afirmando la vida, y estás afirmando justamente lo contrario de lo que estás diciendo, en el sentido de que yo he recordado un verso de Juan Ramón Jiménez, de Espacio, escrito en plena guerra mundial: “Yo vi jugando al pájaro y la ardilla, yo vi jugando al hombre con el hombre”. Es decir, desde esta situación de infierno, hay otra mirada, y hay otra perspectiva, y es que yo vi lo contrario, porque yo soy lo contrario. En este sentido, eres muy institucionista, de la Institución Libre de Enseñanza, de López Morillas, que la estudió tan bien y que era paisano nuestro, de Jaén.
M.R.A.: La misma carta de Saramago decía que mi poesía era una poesía dolorida, pero no sin esperanza.
Fanny Rubio: Exacto.
Pedro Martínez Montávez: ¿Me permitís un inciso? Y no es porque quiera yo llevar el agua aun pretendido molino mío, ni nadie, pero es para introducir un elemento de reflexión que me parece importante también. Nosotros vemos las cosas siempre muy cortas, muy cortas. Nosotros no nos fijamos nada más que en nuestro contexto, y la verdad es que se comprende, porque nuestro contexto es un mundo muy refinado, muy selecto, que ha producido grandes obras, grandes productos, grandes cosas, pero nosotros no nos damos cuenta de que somos unos privilegiados; hasta quien sufre aquí es un privilegiado. Yo no quiero utilizar categorías ni términos como Occidente, Oriente, porque sería adulterar la cosa, pero sí quiero decir eso: que en un mundo desarrollado contamos con muchos privilegios, sufrimos, evidentemente, sufrimos muchísimo, y sufrimos además sin justificación de ningún tipo, somos objeto de la mentira, del engaño constantemente; sin duda alguna, nuestros mecanismos sociales y políticos no funciona o tendrían que funcionar mejor. Pero convendría que de vez en cuando miramos un poco más allá de nuestras fronteras. Vuelvo a repetir que quizá puedan resultar impertinentes mis palabras, pero no, están dichas con una intención muy clara, para que sirvan de revulsivo moral. Hay gente que sufre muchísimo más que nosotros.
M.R.A.: Y aparece todos los días en el periódico.
Pedro Martínez Montávez: Y a parece todos los días en el periódico, en el yo, en el nosotros, en el vosotros, hasta en el ellos. Y cuando digo en el ellos es porque están a muchísimos miles de kilómetros de distancia, y les producen el dolor sin venir a cuento. Y yo no quiero hacer de esta tribuna un foro de discusión política, ni de injurias, ni de inventiva ni de tribunal de ningún tipo en absoluto, pero sí quiero llevar al ánimo, repetir una y otra vez que, sufriendo como sufrimos, sintiéndonos engañados como nos sentimos, denunciando como denunciamos, comprometiéndonos como nos comprometemos, o como algunos se comprometen, tendríamos que ser conscientes de que hay otros miles de personas, de seres humanos que están mucho más desamparados, muy más engañados mucho más desposeídos que nosotros, mucho más sometidos al silencio, que tienen que aceptar, una y otra vez, que su voz no sea oída y, en cambio, sea amplificada la voz de otros que intentan hablar por ellos, o que tiene las desvergüenza de hablar por ellos. Es así, y lo digo porque debemos tener siempre esa conciencia y esa presencia. Una de las profundas diferencias entre nuestro mundo y otros mundos es que aquí podemos elegir a la hora de comer entre varias cosas. Podemos elegir, y otros no pueden elegir. Simplemente: cuando tienen algo para comer, comen. Lo digo porque esto ha servido para que, en el fondo, olvidemos cosas tan importantes como el sentido ético de la vida, cosas cómo qué es moral y qué es inmoral, qué es justo y qué es injusto.
M.R.A.: Y hay otra cosa importante: cuando se dice que la verdad no existe, quien sale ganando siempre es la mentira.
Pedro Martínez Montávez: Y, además, la verdad existe tanto, que hay hasta doble verdad, y triple verdad, y verdad infinita. Siempre, siempre conviene que miremos a los demás. A mi, la impresión que me da el panorama literario español, y ya diría por añadidura eso el panorama de eso que llaman nuestro entorno cultural, pues es que se queda en sí mismo, es que se cuece en sí mismo, es que no sale de sí mismo, es que está reducido a sí mismo.
M.R.A.: Esa frase que decíamos a mediodía: La pobreza degrada a algunos, pero la riqueza idiotiza a muchos.
Pedro Martínez Montávez: Mucho más. Y degrada. Manolo ha dicho antes que un grupo de poetas tiene la osadía de denominarse “poetas de la experiencia”. Si no hay experiencia, no hay poesía.
M.R.A.: Ya José Hierro se reía de eso.
Pedro Martínez Montávez: Pues, fíjate, menos mal; si se sreía Pepe, nos identificamos todos con él. Yo creo que estamos en un momento de demasiado “regalo”.
Fanny Rubio: Decía Manuel en una entrevista hace unos días en Granada que no hay que decirle a la gente, siempre, lo que la gente quiere oír. Te resaltaron eso mucho.
M.R.A.: No hay que “regalarle” el oído a la gente. Hay escritores especializados en ese asunto. Pues no, mire Vd.: las grandes obras literarias, muchas veces, dicen lo contrario de lo que la gente quiere oír.
Pedro Martínez Montávez: Claro. Si tú coges al público occidental actual, si tú le explicas cualquier cosa, o tratas de explicarle cualquier cosa, y tu explicación no casa con la explicación que previamente tienen ellos, rechazan esa explicación, no se plantean si es verdad o no es verdad, si se ajusta a la realidad o no, es que la rechazan. Piensan, además, que les estás engañando intencionadamente. La verdad es que vivimos una situación de crisis cultural enorme, enorme, porque vivimos una situación de crisis moral absoluta, absoluta, y así ocurren estas cosas. Y, además, si tú no te promocionas, si tú sigues viviendo en la misma casa donde vivías, tú eres un imbécil, no vales para nada... Perdonen, quizá ha sido una expansión que no venía a cuento...
Público: La poesía es de minorías siempre. Si fuera de mayorías, moriría.
Fanny Rubio: Cuando la sociedad está viendo telebasura, lo normal es que la poesía sea de minorías. Lo ideal sería que la sociedad optara por lo contrario.
M.R.A.: Ahí hay otra cosa. La tradición popular ha desaparecido. Antes, las personas tenían una relación con la tradición popular y, por consiguiente, con la poesía. Al acabarse la tradición popular, no hay surgido algo que la sustituya, y la intemperie es más grande, y el estar al raso es peor que antes, no hay nada en qué apoyarse. A la gente se le ha cortado ese cordón umbilical que la unía a la poesía, y el problema es mayor: la poesía se ha cerrado más en sí misma, y acaba oliendo a cerrado y sacristía. Son 15 ó 20 los que se erigen en poetas estrategas o poetas oficiales del país. Siguen unas estrategias que no tienen nada que ver con la calidad de la poesía. Ante este panorama, la gente corta también su relación con este tipo de poesía, porque no le interesa. Se ha cortado todos los cordones que unían a la gente a la poesía. Las gentes dicen: “Si esto es poesía, lo dirán ellos, pero a nosotros no nos interesa”. Con lo cual la poesía queda en manos de unos cuantos, muy parecidos a los acólitos del papa Clemente en el Palmar de Troya.
Fanny Rubio: El panorama de la poesía española de hoy está volcado sobre la promoción de un grupo muy reducido de personas que han convertido la poesía en un espectáculo y en un discurso autoreferencial. Sin embargo, hay un tipo de poesía distinta, como la tuya. Tú en este libro no eres un poeta simbolista, como ha dicho Pedro, pero en otros libros tuyos, sí. Fíjate nada menos que en los títulos que has utilizado; Algunos: oscuro cauce oculto, cavernas del sentido, las voces imposibles, claro laberinto, dialética de las sombras... Es decir, yo creo que tú estás en una línea, en tu tradición, en tu propia tradición, en la que no están los poetas que más libros venden ahora, y que han roto con el simbolismo, y que han roto con la vanguardia,y con la modernidad, y están en una situación de posmodernidad absolutamente facilita, espectacular y un poco boba, porque han roto incluso con el elemento simbolista, en el que tú sí estás, ahí, en tu momento.
M.R.A.: Tiene el don de la obviedad.
Fanny Rubio: Es que no se trabaja, es una poesía facilísima, facilita, totalmente elemental y muy comercial. Sin embargo, esta poesía que se vende, que pasa a los escaparates es una poesía que está de espaldas a la vanguardia, que está de espaldas a la modernidad, que está de espaldas al culturalismo, y que está de espaldas al simbolismo. Sin embargo, tú no has estado ni de espaldas al simbolismo, ni de espaldas a la modernidad, ni de espaldas a la vanguardia, ni de espaldas al culturalismo. Por tanto, Manuel sigue así, sigue.
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