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6. FIESTA DE LOS LABRADORES (IV domingo Cuaresma)
6. FIESTA DE LOS LABRADORES (IV domingo Cuaresma) - .
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Ildefonso Alcalá Moreno

Cronista Oficial de la ciudad

 

Esta celebración tuvo su origen en el año 1911, así me lo contó como testigo presencial de aquellos hechos mi abuela Joaquina Rodríguez Soriano (Jódar 1902- Jódar 1995): “Corría el seis de Marzo de 1911, los labradores decidieron sacar en procesión al Señor de la Misericordia para que intercediera y lloviese, pues había gran sequía y la cosecha se iba a perder. El Prior no aprobó su salida, temiendo que le pasase algo a la Imagen si no llovía. Al conocerse la noticia en la villa, la plaza de la Misericordia se fue llenando de gente, pidiendo a gritos la salida del Señor. El Prior al ver la situación consultó al Obispo, aceptando éste, pero recayendo la responsabilidad sobre la salida de la Imagen sobre los labradores solicitantes al no contar la Imagen con hermandad. La procesión se fijó para las tres de la tarde, que serían como las cinco de la tarde de hoy, y seguía raso y sin nubes. La noticia fue recibida con gran júbilo por la muchedumbre, la cual fue desalojando la plaza en espera de la procesión.Al subir los labradores al camarín para bajar al Cristo, se encontraron sus paredes chorreando y el sudario de la Imagen empapado, goteando agua, y al Señor como si estuviese húmedo, sudando…; el camarín se llenó de gente llena de asombro y de gritos.

A las tres de la tarde y con un gran calor, el Cristo de la Misericordia salía en procesión, todo el pueblo lo seguía detrás en silencio.

Cuando iba llegando al Ejido, al final de la carrerilla de los Molinos, comenzaron a formarse unos nublillos; la procesión continúo por la vereda que cruzaba en diagonal todo lo que hoy es el barrio de El Ejido,  y el agua comenzó a caer a cantarillos, teniendo que quitarle el espaldar al Señor.

Cuando la Imagen iba por la cruz del Pilarillo, había ya grandes riadas.

A todo aquel que abría un paraguas se lo rompían a palos diciéndole: ¡No queríais que lloviera, pues mojaos! Dicen que ese año hubo muy buena cosecha y por eso se celebra desde entonces la fiesta de los labradores”. Así me lo contó mi abuela, y así lo transmitimos, ella vivió aquellos hechos y siempre que llegaban esas fechas me lo refería con su mente prodigiosa, hasta el día, mes y año.

 

La “Fiesta de los labradores”, la rememoración de un milagro.

Desde aquel acontecimiento prodigioso de 1911, la Imagen acrecentó su devoción en el pueblo, no tenemos constancia documental de este hecho, sólo lo que la tradición oral nos ha legado. Pero conocedores de la larga tradición de rogativas que el pueblo de Jódar vivió, ésta no sólo fue una más de ellas, sino una muy especial que por lo reciente del tiempo, ha quedado en la memoria colectiva del pueblo.

Después una devota, María Dolores del Jésus Magaña, para perpetuar la misma y por su devoción al Santo Cristo, funda una Memoria Pía a la que dota de rentas, con el fin de costear un Septenario a San José, de esta dotación tenemos ya noticias por un documento de la Delegación general de capellanías y memorias Pías del Obispado de Jaén del año 1935[1], pero por un documento de la misma delegación del año 1990 sabemos que dicha señora tenía agregada en la misma fundación una dotación de caudal de 500 pesetas[2] al “Septenario de la Misericordia”. Es curiosa la extinción del septenario y el paso del estipendio de la fiesta a los labradores, cuando esta fundación el 4 de noviembre de 1953[3], a través de la hermana de la fundadora: Francisca del Jésus, deposita en la delegación de capellanías y memorias del obispado la cantidad de 4.500 pesetas, con lo que la fundación aumentó su capital a 8.936´15 pesetas, y una renta anual de 285´92 pesetas, que dice, se destinarán “al pago de los cultos que anualmente se celebran en esa en honor del Stmo. Cristo de la Misericordia, que es la carga de la Memoria redotada”. Creemos que el motivo de su desaparición fue el fallecimiento de la fundadora y la agregación íntegra de sus fondos a los cultos a San José.

Nos cuentan que esta costumbre del septenario se unió a un grupo de labradores pudientes que comenzó a costear la mañana de cada cuarto domingo de cuaresma la solemne fiesta religiosa, con la que años antes finalizaba el septenario cuaresmal, desconocemos si hubo años en que no se celebró, ya que la documentación es muy escasa y los testimonios orales confusos. Algunos labradores afirmaban que esta costumbre comenzó a raíz de la celebración en 1945 de la rogativa del llamado “Año del Hambre”, sin embargo la primera prueba documental que avala la tesis de que esta tradición de los labradores es anterior, la certifica el propio párroco don Antonio Cuadros, cuando al tomar posesión de la parroquia el 9 de octubre de 1945[4], redacta un libro denominado “Estadística parroquial”, firmado el 10 de octubre, donde toma nota de todo lo concerniente a la parroquia, así al mencionar los cultos que se celebraban en la misma, según anotaciones de su antecesor, don Juan José Jiménez Hidalgo decía:“3ª [Semana]Cuaresma Septenario Solemne al Santo Cristo de la Misericordia. Fundación. 4ª Cuaresma Fiesta Solemne con plática Santo Cristo de la Misericordia. Labradores”. Luego ya constaba la celebración de esta fiesta cuando ni siquiera se había cumplido el primer aniversario de la mencionada rogativa.

También corrobora este testimonio Ana Ruiz Blanco, hija de uno de los promotores de esta fiesta, que nos afirmaba que “por lo menos esta celebración tenía más de 70 u 80 años y que nunca se había interrumpido salvo en los años de la guerra”, afirmando esta señora que se hicieron cargo de la misma su padre “Justo Ruiz Cueva, acompañándolo otros labradores de la carrerilla del Altozano como Juan Ramírez, Miguel Ogállar, Roque Pastrana, uno que le decían El Granaíno y otro llamado El Vizcaíno, de los que no recuerdo sus nombres y algunos más”.

Desde finales de los años 40 del pasado siglo, esta fiesta era conocida como “Fiesta de los labradores”, y de ella se hizo también cargo un grupo de labradores, casi familiar, formado por[5]: Juan Herrera, Blas Jiménez Mengíbar, Francisco Ruiz Mengíbar, Juan Jiménez Mengíbar, Juan José Ramírez García, Fernando Ramírez García, Roque Moreno Pastrana, Pedro Ogállar Ramírez, Antonio Mengíbar, Roque Ruiz Mengíbar y otros más. La celebración de esta festividad tenía un ritual[6], hoy ya perdido. El día anterior –sábado- a las doce de la mañana, a los toques de campanas de vísperas y de ánimas, se “echaban al vuelo” las campanas, haciéndose al final del último toque la señal del sermón. Desde ese momento docenas de cohetes eran lanzados desde las puertas de las casas de los labradores, en señal de ofrenda y agradecimiento.

El día de la fiesta de los labradores, a las seis de la mañana, la llamada Alborada despertaba a toda la ciudad, la misma estaba formada por los labradores y sus familias, recorriendo varias calles hasta llegar al Santo Cristo, lanzando cohetes y vivas al Cristo de la Misericordia. Muy de mañana, comenzaba la campanilla o esquilón del Santo Cristo su característico repique, tocada por su campanero y sacristán: Juanico José.

Ese día el Señor aparecía con su espaldar de color morado[7], y a los pies un haz de trigo[8].

A las diez de la mañana, se celebraba la solemne fiesta religiosa de tres sacerdotes, que comenzaba con el canto del “Asperges”[9].

 

Asperges me Domine hyssopo, et mundabor:

lavabis me et super nivem dealbabor.

Miserere mei Deus, secundum magnam misericordiam tuam.

Gloria patri et filo et spiritui sancto

Sicut erat in principio et nunc et semper

et insecula seculorum amen.

 

Rocíame señor con el hisopo y quedaré limpio

lávame y quedaré más blanco que la nieve.

Ten piedad de mi señor, según tu gran misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:

Como era en un principio, ahora y siempre,

por los siglos de los siglos amén.

 

El Preste bendecía al pueblo con agua bendita y daba comienzo la misa de “Angelis”[10], esa pieza litúrgica musical, bellísima, que era cantada por el coro parroquial, mientras sonaba el antiguo órgano del siglo XVIII, aunque la celebración litúrgica pasó muy poco después a una sencilla misa cantada o rezada.  

Una vez terminada la misa los vivas al Señor y los cohetes retumbaban en la nave del templo. Finalizada la liturgia el piostre y su familia subían al camarín al tradicional besapié a la Imagen[11], recordando el milagro del sudor, el pueblo besaba desde abajo, dos largas cintas de seda bordadas que desde los pies de la cruz, caían sobre el altar, costumbre que duró muy poco tiempo. Después se celebraba el refresco o convidá, que un labrador o piostre costeaba al haberse presentado voluntario el año anterior para sufragar la fiesta. Esta convidá se celebraba en la casa del labrador agraciado y a la misma asistían los demás labradores, era un suculento desayuno preparado por una de las mejores cocineras del pueblo[12], que se llamaba Dolores “la Granaina”, la cual preparaba sus flores de huevo, roscos de carrucha y buñuelos de viento, así como las bebidas: el tradicional risol de hierbas y café y el rico ponche de huevo, vino y canela, que se hacía en grandes cantidades, con lo que el cuerpo se iba entonando hasta bien entrada la tarde, en que “el Señor tocaba el corazón” de otro labrador piostre o preboste para que costease la fiesta del siguiente año. Después estuvo muchos años realizando los dulces Federico Córdoba, y su hijo Alfonso; era costumbre que el ponche, que se bebía por la noche, lo realizase Pedro Ogállar y Juan Herrera, cada labrador aportaba los ingredientes, llevando los huevos, los limones, el vino, la canela…

Como ocurre casi siempre, con el tiempo esta fiesta fue languideciendo, ya casi no se encontraban labradores que la quisiesen costear, y menos el refresco[13], por lo que quedó sólo como una misa, más o menos solemne el domingo IV de cuaresma, costeada por un reducido número de labradores, y fomentada por todos los párrocos. Hubo años que no llegó a celebrarse. Me cuenta María Jiménez, que “hace unos veinte años poco más o menos, se reactivó esta fiesta y entraron labradores como Fernando Ruiz, Manuel Píñar, Antonio López y otros, que con los hijos de los fundadores de esta tradición retomamos la fiesta y celebrábamos el día en el cortijo de Fernando o en la cafetería Zurich, aunque muchos años cada uno después de la fiesta nos íbamos a nuestra casa, sin más”.

Así, cada mañana, sobre las ocho o las nueve, desde la plazoleta del Santo Cristo, Juan José Ramírez Aguilar convoca a todo el pueblo lanzando varias docenas de cohetes. A las nueve y media de la mañana comienza el repique del esquilón de la espadaña de la Iglesia del Santo Cristo, que congrega a numerosos cofrades y devotos para asistir a la celebración de una solemne fiesta religiosa cantada, oficiada por el párroco de La Asunción y capellán del Santo Cristo, al finalizar la misma los tradicionales vivas y cohetes. Después el reducido grupo de labradores se reúnen en una cafetería donde degustan los tradicionales churros con chocolate, ya cada uno costeándose su propio desayuno, y así hasta otro año...

Esta bonita tradición de nuestro Cristo, se debería de ir potenciando, e incluso recuperando algunas de las tradiciones aquí narradas, como gratitud de nuestra ciudad hacia su co-patrón.



[1] Archivo Histórico Diocesano de Jaén. Sección documentación varia Jódar.

[2] Archivo Histórico Parroquial de La Asunción de Jódar (A.H.P.A.). Sección capellanías y memorias. Correspondencia.

[3] A.H.P.A. Sección Capellanías y memorias. Correspondencia.

[4] A.H.P.A. Sección Estadísticas parroquiales. S/f.

[5] Testimonial personal de María Jiménez al autor.

[6] Información que me facilitó nuestro buen amigo Francisco Herrera Ruiz (Jódar 1916 – Jódar 2007).

[7] Ídem. Esta costumbre se mantuvo hasta 1936, cuando desapareció el espaldar.

[8] Esta costumbre de haz de trigo todavía me la recuerda el propio Juan José Ramírez Aguilar.

[9] El Asperges, era un canto introductorio a la misa dominical de la religión católica. Extraído del salmo 50,9-3 y por el cual los fieles piden a Dios ser purificados para así ser dignos de participar en el rito de la eucaristía. Existen numerosas versiones musicales de muchos compositores a lo largo de los siglos.

[10] Formulario musical gregoriano de los cantos del ordinario de la misa que lleva el nº VIII en el Kirial y era uno de los más conocidos y por tanto más empleados.

[11] Hasta que se colocó el trono en 1950, dejándose de celebrar esta costumbre.

[12] Así me lo contaba mi también buen amigo José María Balboa Ruiz (Jódar 1941 – Jaén 2000).

[13] En más de una ocasión se celebró varios años en la casa de Blas Jiménez Mengíbar.



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